- ID
- 5068630
- Banca
- CESPE / CEBRASPE
- Órgão
- SEED-PR
- Ano
- 2021
- Provas
- Disciplina
- Espanhol
- Assuntos
Texto 4A1-II
Siempre me ha llamado la atención la tendencia que tenemos los seres humanos a etiquetar, clasificar, poner a andar nuestros prejuicios antes de comprender al otro, escucharlo en su condición de otro. En cierto modo podrí-a decir que la escritura es el camino que encontré para intentar desarticular en mí los prejuicios que me asaltan con respecto a personas o asuntos, porque escribir (lo mismo que leer) es mirar intensamente y seguir en su transformación a un personaje en un camino que no sabemos hacia dónde nos llevará.
Hace ya muchos años coordiné talleres de lectura con
chicos encarcelados, un grupo de menores de entre 9 y 17 años.
Mi mayor preocupación era encontrar algún tipo de literatura que
les interesara. Me decidí por cuentos fuertes, donde aparecieran
la pobreza y la violencia, porque me parecí-a que si ellos habían
vivido esas experiencias, sus intereses serian bien diferentes de
los de otros niños y jóvenes de esa edad. Era sin dudas un
prejuicio. No funcionó. Y así seguí de un material a otro, a los
tumbos, durante meses, hasta que un día descubrimos ellos y yo,
de modo completamente azaroso, un punto de encuentro: los
cuentos maravillosos. Maravillosos cuentos de amor entre
príncipes y princesas.
En el mismo sentido, otra experiencia, más reciente, en
una escuela a la que fui invitada como escritora. Una escuela
primaria, pública, en la que una docente muy entusiasta realiza
un proyecto de lectura que incluye un diario de lector que los
alumnos de quinto y sexto llevan durante los dos años que
transitan con ella. La escena que nos compete: más de
60 alumnos sentados en el suelo, y yo frente a ellos en una silla,
dispuestos todos a comenzar el diálogo. Me sorprenden los
chicos, muy inquietos, pero especialmente uno de ellos, que
pregunta cuestiones muy precisas sobre los libros. Es menudo,
morocho, gracioso y tiene una trencita roja muy fina colgándole
del pelo, supe después que tenía 11 años y que en algún
momento había repetido curso. Me pregunta especialmente sobre
uno de mis libros, El caballo de Chuang Tzu; cuando indago dice
que trabaja para un señor que alquila caballos a los turistas. Le
regalé un libro, un poco aparte, en secreto, porque no tenía libros
para todos. Después, cuando el encuentro terminó, me quedé
hablando con la vicedirectora, quien se lamentó por el niño que
vení-a de una familia con muchos problemas y que por esa razón
no aprendía. ¿No aprende?, pregunté sorprendida, ella contestó
que el problema era la escritura, leer sí, pero tiene muchos
problemas para escribir, y todo terminó en la palabra: pobrecito.
Me pareció que un chico que era capaz de leer con entusiasmo,
de relacionar lo que había leído con cuestiones de su vida, de
hablar con soltura con la escritora que llegaba a la escuela, un
chico que tenía esa vivacidad en la mirada, no merecía el adjetivo
de pobrecito. Seguramente así lo comprendió la maestra, que
cuando nos despedíamos me dijo: tiene tanto entusiasmo que
cuando no viene lo extraño. Faltaba mucho, pero cuando le dije
que lo extrañaba empezó a venir, fue como mágico.
¿De quién y para quién es un libro? Revista Cuatro Gatos.
Internet: <https://www.cuatrogatos.org> (con adaptaciones).
En el texto 4A1-II, en la primera experiencia relatada por la
autora, se puede observar que los jóvenes expuestos a un
ambiente pobre y violento