- ID
- 5068699
- Banca
- CESPE / CEBRASPE
- Órgão
- SEED-PR
- Ano
- 2021
- Provas
- Disciplina
- Espanhol
- Assuntos
Texto 4A3-III
El español Mario Costeja encarnó la paradoja de esta época al conquistar el “derecho al olvido” y, por ello, ser más recordado que nunca. El abogado se quejaba de que, al teclear su nombre en Google, encontraba destacado un texto que manchaba su reputación. Era una página del periódico La Vanguardia, publicada en 1998, que relacionaba su nombre con la subasta de una propiedad por deudas con el Gobierno. Pidió que los enlaces a la noticia fueran eliminados, pero tanto el periódico como Google rechazaron la solicitud. El Tribunal de Justicia de la Unión Europea determinó que buscadores como Google deberán permitir que las personas sean “olvidadas” cuando las informaciones ya superadas de su pasado sean consideradas lesivas o sin relevancia. Pero abre un precedente, tal vez peligroso, y una discusión fascinante. ¿Tenemos derecho a ser olvidados?
Mario Costeja, de 56 años, probablemente vaya a
descubrir que no. Él obtuvo una victoria inédita —no sobre
cualquiera, sino sobre un gigante, Google—. Desde la decisión
del tribunal, cuando su nombre es tecleado en el buscador, el
número de menciones es muchas veces mayor. A lo largo de
varias páginas hay noticias en la prensa de diferentes partes del
mundo sobre su victoria. Lo que él quería que fuera olvidado es
recordado en todas ellas, ya que es la razón por la cual acudió a
la Justicia. Si antes ese episodio podía, eventualmente, ser
recordado por un público interesado, al entrar en Google, ahora
jamás será olvidado por un número mucho mayor y más variado
de personas, al entrar a la historia del derecho digital, un campo
en disputa encarnizada.
Hay varias implicaciones en esa decisión del tribunal
europeo. Sin contar el debate complejo que ha contrapuesto los
derechos a la información y la libertad de expresión al derecho a
la privacidad. Pero hay una, subyacente, que me interesa más: la
construcción de la memoria después de Internet. O, siendo más
específica, no solo si es posible ser olvidado, sino algo más: ¿es
posible morir?
Me parece que Mario Costeja no quería ser olvidado, sino
controlar la narrativa de su vida. Él quería editarla, cortando las
partes que consideraba vejatorias y manteniendo las más
edificantes. Para él, no bastaba con superar personalmente un
mal momento, era necesario que nadie supiera que lo había
vivido. Costeja no está solo en ese deseo. Muchos hacen eso
todos los días en Internet, ese campo en que cabe todo, al escoger
qué publicar en Instagram, Facebook, en Twitter, en otras redes
sociales, en blogs y webs personales en forma de texto, vídeo,
fotos y audio. Solo publicamos aquello que creemos que hace
bien a nuestra imagen —y, en última instancia, a nuestra
memoria en construcción—.
Eliane Brum. ¿Es posible morir después de Internet?
Internet: <elpais.com/sociedad> (con adaptaciones).
Considerando las ideas presentadas en el texto 4A3-III, señale el
contenido más importante según la autora.