Palabras sin eco
Por Andrés Ricciardulli
Número Cero, del italiano Umberto Eco, reflexiona con ironía sobre el nuevo rol de la prensa en
su país, al tiempo que plantea un final alternativo para la muerte de Mussolini
Europa es hoy el lugar del mundo donde se observa con mayor claridad el desconcierto general
ante los tiempos que corren, la incertidumbre global sobre el futuro inmediato. La corrupción
generalizada a todos los niveles, el caos social, la inmigración, el terrorismo, los neonazis y la
crisis financiera están haciendo mella en la cuna de occidente.
La intelectualidad del viejo continente no es ajena a este descalabro, a este fin de las ideologías y
de lo razonable, a esta suerte de fatiga milenaria que tiene desahuciados a todos los países
europeos, que no saben hoy ya para dónde tirar.
Ante los miles de problemas, gran parte de los escritores europeos se dedican a escribir libros
absurdos y repetitivos sobre cuestiones ya perimidas.
Este comportamiento necio quizá se debe a que el descreimiento ha llegado a todas partes.
Cuando un libro tan revelador como el del periodista Glenn Greenwald Snowden, sin un lugar
donde esconderse no cambia nada y es solo una picadura de mosquito en el lomo curtido del
elefante, cualquier aporte posterior parece irrelevante.
No obstante, los autores europeos perseveran en escribir sobre lo inocuo. Uno de sus temas
favoritos es la caída vertiginosa del nivel de la prensa, que los obsesiona y a la que achacan
todos los males. En su por momentos muy buen libro, Lionel Asbo. El estado de Inglaterra, el
inglés Martin Amis se despachaba a gusto contra los medios de comunicación de la isla. Con
Número Cero, Umberto Eco, hace otro tanto con la prensa italiana, solo que al estar ambientada
la novela en 1992, en la era previa a internet, el contenido y el mensaje son más intrascendentes.
El diario que no sale
La recién editada novela cuenta, con una prosa directa y sin metáforas de ningún tipo, la puesta,
ya que está pensado para funcionar como un arma en las manos extorsionadoras del
Commendatore, un personaje que nunca sale a la luz, ya que simplemente pone el dinero y por
ende tiene el poder.
Seis periodistas, incluyendo al protagonista, Colonna, que además debe escribir un libro sobre el
proceso de creación del diario, se ponen a la tarea de darle vida a un medio que está pensado
como un arma.
Y es allí, al comienzo, donde está lo mejor de libro. Eco, haciendo gala de buen humor, describe
los pormenores rocambolescos de un proyecto que, además de crear una bomba política
destinada a ser usada si es necesario, incluye el armado de las típicas secciones de cualquier
diario. Por eso hay un capítulo para los horóscopos, otro para las necrológicas, uno sobre los
trucos a la hora de hacer un desmentido y el más gracioso, que refiere al gusto del público a la
hora de leer una página de cultura.
Pero luego el libro se viene abajo. Se quiebra cuando Eco plantea un amor improbable, que ocupa
mucho espacio y que no llega a ningún lado. Y termina de hacerse ilegible cuando el periodista
Braggadocio comienza a esbozar una teoría increíble sobre la muerte de Benito Mussolini.
Esa historia que incluye a los partisanos, la CIA, el Vaticano, Argentina como probable refugio del
Duce y un sinfín de especulaciones más, se alarga durante muchas más páginas de las
necesarias. Puede entretener al lector que conozca al detalle la historia italiana, pero, para el que
no, resulta una digresión interminable de escaso valor.
"Estoy de acuerdo con Hegel cuando dice que la lectura del periódico es la oración matinal del
hombre moderno. Pero yo, cada vez más, leo solo los titulares", confesó el autor en una
entrevista.
A los 83 años, Umberto Eco se ha ganado el derecho a presentar el libro que quiera. Pero no deja
de ser doloroso leer Número Cero. Al hombre, al parecer, se le ha olvidado ya definitivamente el
nombre de la rosa.
(Disponível em: http://www.elobservador.com.uy/palabras-eco-n654843)
En “. La corrupción generalizada a todos los niveles, el caos social, la inmigración, el
terrorismo, los neonazis y la crisis financiera están haciendo mella en la cuna de occidente.” La
expresión subrayada quiere decir: